No voy a entrar en muchos detalles, pero Valencia es Valencia


Valencia, siempre Valencia. Hubo una etapa de mi vida en que tuve el placer de conocer a algunas mujeres que eran valencianas o vivían en esta maravillosa ciudad.

Ni que decir tiene que si guardo este grato recuerdo de la ciudad es, principalmente, por mi experiencia con aquellas mujeres y por la luz del mediodía de sus calles.


Dada la especialidad del foro, sólo me voy a referir, de momento, a una de las tres mujeres casadas con la que tuve el honor y el placer de coincidir en lo sexual.

No voy a entrar en muchos detalles, no me pienso extender mucho. Antes de nuestro primer encuentro transcurrieron dos meses de llamadas furtivas, de correos electrónicos, de sobres que incluían cartas y objetos que nos acercaban cada vez más. Había que prepararlo. Ni que decir tiene que toda esta clandestinidad era debido a su estado marital. Estaba casada y yo iba a ser el primero, el hombre que iba a tener el honor de coronar con un par de cuernos al farmacéutico, su esposo. Por fin, un domingo por la tarde fue la hora elegida, un inesperado viaje por trabajo, un tren por la mañana, una tarde empleada en ver un museo y luego pronto a la cama , para que a primera hora del lunes se resolviera el problema laboral y luego vuelta a casa. La tapadera era esa, la realidad era otra.


Ya digo que no me pienso extender, de aquellas conversaciones y envíos previos, todavía conservo un trozo del papel que envolvía la caja que días antes de nuestro encuentro ella me envío y que tenía prohibido abrir hasta nuestro primer polvo. Siempre que lo toco me traslado a aquella habitación de hotel donde tuve el placer de saborear aquella línea que empezaba al final de su espalda y moría a escasos centímetros de su ombligo. Siento todavía placer al sentir todas las sonrisas de su cuerpo.


Todo era furtivo, incluso la forma de vernos en aquel hotel. Entramos separados. Ella me esperaba arriba para juntarnos. No olvidé la caja que permanecía cerrada. La abrió en la oscuridad y a continuación follamos sin parar toda la tarde hasta las 9.

La caja seguía en el suelo, abierta, casi al lado de la mesilla. A esa hora me pidió silencio, se tumbó a mi lado y llamó a su marido. Le preguntó por su hijo y le anunció que bajaría a la cafetería del hotel a cenar algo y se acostaría pronto, estaba cansada. Con que cariño hablaba al cornudo y a la vez con que frialdad cogía mi rabo que no necesitaba de muchas caricias para ponerse tieso al contemplar la situación. Todavía mi polla brillaba de sus jugos mientras ella le daba al farmacéutico las instrucciones de la casa y de los recados que tenía que hacer a la mañana siguiente, antes de abrir la farmacia y después de dejar al niño en el colegio.


Fue maravilloso, y no sólo el morbo sexual y en lo bien que follaba. Era una gran mujer, inteligente, zorra, bella y nalgona. Nunca se lo dije pero era puta realmente puta, sobre todo aquella tarde y noche que estaba fuera del control del marido y libre para llevar a la práctica las fantasías más guarras y menos convencionales que con el soso nunca se harían realidad.

Pasaron pronto los días después de aquel domingo. Siguieron las conversaciones, ya menos intensas, si más cortas y espaciadas. Me daba placer preguntarla por el cornudo y por si sospechaba algo. El ingenuo no sospecha nada, me decía mientras se reía. Yo deseaba que el farmacéutico se enterase, que fuera consciente de que ya estaba coronado. Unas semanas después, una tarde de sábado recibí una llamada. Era ella, estaban cenando con unos amigos. Se escapó, fue al lavabo para oír mi voz.

Me dijo como se había vestido para mi y lo que hubiéramos hecho de haber estado juntos esa noche. La conversación  se cortó cuando un golpe del marido en la puerta nos interrumpió. Ya empezaba a sospechar, seguro. No sé si el farmacéutico cabrón  golpeó la puerta con la mano o  con los cuernos. Después todo se enfrió salvo el recuerdo que mantengo vivo en mi memoria, especialmente de aquellos envites por detrás, a lo perro, que en la distancia producirían una sensación sospechosa  y nueva en la frente del marido.

Todavía guardo la caja que me envío Cristina.


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